La experiencia de Pablo Ramírez como vestuarista superó con éxito un nuevo desafío. El diseñador argentino fue elegido para confeccionar los cuatrocientos sesenta trajes de la puesta de la ópera Carmen, que el director Jorge Takla subió a escena en el Teatro Municipal de San Pablo , el «Colón de Brasil».
Takla tiene más de cien obras presentadas en Brasil, incluso en el Teatro Colón hizo una versión de la ópera Rigoletto, y a través de Nicolás Boni –escenógrafo argentino– conoció a Pablo Ramírez. Y fue una colección suya del año 2012 la que definió que se lo contratara para el vestuario de Carmen, la famosa ópera de Georges Bizet.
—¿Cómo conoció el director Jorge Takla tu colección 2012 y por qué Takla eligió específicamente esa?
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—Conocí a Takla gracias a Nicolás Boni, el escenógrafo argentino más importante de la escena nacional. Él me lo presentó a raíz del proyecto de la ópera Tosca, para el teatro Solís (de Montevideo, Uruguay). Ahí Boni me dijo que le tenía que mostrar mi desfile del Teatro Colón de 2012, que estuvo inspirado en la ópera Carmen. Así fue que cuando Takla la vio dijo: “¡Tenemos que hacer ‘Carmen’ juntos!.
—¿Cuánto tiempo implica realizar cuatrocientos sesenta trajes, desde el boceto hasta que se pone en escena?
—Empecé a dibujar el vestuario a fines del año pasado, entre octubre y noviembre, porque en diciembre ya tenía que estar todo presentado y aprobado.
—¿Cuál es el desafío que representa para un diseñador se el responsable del vestuario de una ópera?
—En esta ópera en particular el desafío es el volumen de la producción. Son cuatrocientos sesenta trajes que incluyen cambios de calzado, de sombreros, de tocados, y de accesorios que –todos ellos–tienen a la vez muy poco tiempo entre acto y acto. Así que nada puede quedar librado al azar.
Uno de los mitos argentinos hecho colección por Pablo Ramírez.
—¿Sea a propósito o de manera inconsciente, el diseñador quiere que se percibe au ADN, su sello, en ese vestuario que además se presenta en un escenario imponente?
—En mi trabajo como diseñador de vestuario siempre pregunto al director cuál es su intención porque no soy yo quien está contando una historia, no es mi voz ni mi mirada, sino que es la del director. Así que yo estoy al servicio de él. Muchas veces les interesa mi punto de vista y ahí es donde hay que saber encontrar el balance.
—¿Cuáles fueron los trajes más complicados para definir? ¿Los que aportan mayor efecto dramático a una escena?
—Verdaderamente no hubo trajes complicado. ¡Al contrario! Todo fluyó con muchísima felicidad porque esta versión de ‘Carmen’ estaba basada en mi colección. Así que el universo de una maison de alta costura me era absolutamente familiar.
—¿A qué cosas estuviste atento cuando se estrenó la ópera?
—¡A muchísimas! Desde cómo se veía la ropa hasta qué pasaba con los movimientos de cada uno de los cantantes, actores y bailarines. También a cómo dialogaban esos trajes con la escenografía y las luces, algo que es fundamental.
—¿Pero pudiste disfrutar la función como espectador?
—¡Sí! A pesar de que fue súper arduo el trabajo, sumado a estar trabajando en otro país, con otra lengua, tuve un equipo divino de mujeres fabulosas, súper apasionadas y comprometidas. Y por sobre todo, disfrute de la increíble música porque ‘Carmen’, de Georges Bizet, es una obra maestra y su música es universal.
—¿Después del estreno de ‘Carmen’, alguien te contactó porque quería un traje de la obra para su armario personal?
—Fue muy gracioso porque durante todas las pruebas, desde la gente del coro, los bailarines, y las cantantes solistas…¡todos querían llevarse la ropa a sus casas!.