Viajó de mochilera a la playa y un perro se refugió en la casa que alquilaba: Llevalo con vos o lo matamos

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Ir a notas de Jimena Barrionuevo

Su vida estuvo marcada por la tragedia desde el momento en que llegó a este mundo. Nacido en la localidad de Puerto Lindo, en la provincia de Colón, en Panamá, era el único sobreviviente de una camada de tres pequeños cachorros. A todos los habían metido en un saco de arroz y tirado al río para que murieran. Sin embargo, la historia de Tchaicovsky todavía tenía muchas páginas por recorrer.

Luego de superar aquel fatídico comienzo, había llegado a la casa de una familia que lo mantenía atado todo el tiempo con tanza. Dormía a la intemperie, con chanchos y gallinas que lo abrigaban en las noches de lluvia. Sin agua fresca ni comida a disposición, nadie le había enseñado cómo vivir: no sabía jugar ni relacionarse con otros perros y tampoco tenía un nombre que lo identificara como un ser único y distinto a los demás.

El área de Puerto Lindo donde el perro vivía es de pescadores, de gente que trabaja con lanchas, de carpinterías y algunos cultivos y ganadería. Allí, mayormente los perros viven fuera de las casas, si ladran mucho o suelen irse, la gente los ata o enjaula. “Usualmente no están vacunados ni esterilizados así que nacen muchos cachorros que luego no tienen hogar. Aquí es frecuente ver actos de crueldad contra los perros, envenenamientos y maltratos”, detalla Daniela Martijena, una argentina que llegó al lugar como mochilera durante la pandemia de 2020 luego de haber completado sus estudios en la Universidad Nacional de La Plata.

A veces Tchay lograba escaparse y visitaba a una amiga de su misma especie. Con ella compartía algunos momentos en los que podía ser un perro de verdad. Hasta que ella quedó preñada y tuvieron cachorros. “La mayoría fueron entregados a distintas familias, otros quedaron a la deriva. Pero un día Tchay apareció en la casa que yo alquilaba, junto con su perra amiga y su cachorra. Todos se quedaron a vivir conmigo hasta que comenzaron a mostrar algunos signos de moquillo. Tchay pasó una semana intentando sobrevivir, con medicinas y todos sus cuidados hasta que finalmente se recuperó: ese día saltó por la ventana y salió corriendo”, recuerda Daniela. Lamentablemente su cachorra no lo logró.

“El virus del moquillo se transmite principalmente por medio del contacto, mediante el aire y los fluidos infectados”, explica la médica veterinaria Rosario Ares, Gerente técnico y de Salud pública de Boehringer Ingelheim. “El moquillo es una enfermedad de distribución mundial, que afecta a animales de todas las edades, siendo más vulnerables los cachorros y los perros gerontes. La forma de prevenir esta enfermedad es a través de la vacunación. Los cachorros deben ser vacunados a partir de las 6-8 semanas de vida y deben ser revacunados cada 21-30 días hasta los 4 meses de edad. Luego la revacunación debe ser anual”, aclara la especialista.

“Lo adopté porque me dijeron que lo iban a matar”

Aunque ahora vagaba la mayor parte del día, Tchay continuaba frecuentando la casa de Daniela. Ella intentó buscarle una familia pero nadie lo quería: era un perro “problemático”, de tamaño grande y muchos argumentaban que, además, era adulto. “Lo adopté luego de que me dijeran con firmeza te lo llevás o lo vamos a matar. Entonces Tchay empezó su vida en el barco conmigo haciendo viajes en velero entre Colombia y Panamá”.

La adaptación no fue fácil. Daniela no había pensado en adoptar a Tchay ya que creía que su modo de vida no lo permitía. La situación cambió cuando le plantearon que se lo llevara; de otro modo, allí lo matarían. “Nosotros jugamos bruto, puedo hasta meter mi cuello en su boca y jamás me ha hecho daño. Pero todo el tiempo continuamos aprendiendo. Es muy difícil para él vivir en este espacio tan reducido, y aprender a socializar y a respetar órdenes cuando nunca tuvo quien le enseñe, quien juegue con él o a su mamá o hermanos para que lo eduquen con las reglas perrunas. Así que hemos hecho cursos juntos y yo he tomado algunas clases de adiestramiento”.

Pero gracias al amor, la paciencia y el respeto, Tchay y Daniela lograron un vínculo hermoso que les permitió vivir muchas aventuras. “Incluso él viajó a la Argentina conmigo en el avión. Creí que iba a ser difícil para él pero Tchay me tiene tanta confianza que en el avión y en el aeropuerto siempre se giraba hacia mi para que le hiciera saber que todo estaría bien”.

Tchay y Daniela viven juntos hace 4 años en los que ella ha acomodado su vida para estar con él. “Lo que resta de este año y parte del próximo tengo el proyecto de viajar al Caribe y preparar un barco para hacer mi primer cruce oceánico, hacia Europa, y allí navegar. Mucha gente cruza océanos con perros pero creo que no es buena idea, ellos se estresan, se marean y no tienen capacidad de movilidad lo cual puede ser muy frustrante y más para un perro tan grande como él. A eso se le suman las dificultades burocráticas que supone cruzar fronteras con un animal. Me gustaría encontrar una familia que pueda ayudarnos a ser felices a los dos. Sería durante un tiempo hasta que yo encuentre el sitio donde Tchay pueda ser más feliz y tenga la vida que merece”.

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