JERUSALÉN.- En marzo, cuando Israel rompió el alto el fuego y relanzó su guerra sin cuartel en la Franja de Gaza, el gobierno dijo que la nueva campaña militar y bloqueo de asistencia alimentaria obligaría a Hamas a liberar a más rehenes israelíes a cambio de menos concesiones por parte de los israelíes.
Cuatro meses después esta campaña es vista cada vez más, tanto en Israel como en otros países, como un fracaso estratégico, diplomático y humanitario, especialmente ante el avance la hambruna en la Gaza.
En estos cuatro meses, las tropas israelíes se adentraron aún más en la franja, donde recuperaron zonas que básicamente habían tenido que ceder en una fase anterior de la guerra. Allí recuperaron los cuerpos de ocho rehenes asesinados, mataron a más líderes del grupo terrorista Hamas —incluyendo al principal comandante militar del grupo, Mohammed Sinwar—, y destruyeron la mayor parte de la red subterránea de túneles de la agrupación.
La maniobra tuvo un alto costo, sobre todo para los civiles palestinos, pero también para la imagen de Israel en el mundo, sin que haya redundado en ningún avance, ni en las negociaciones con Hamas ni en el campo de batalla. Mientras tanto, Hamas se niega a rendirse y sigue causando muertes entre los soldados israelíes.
“Fracaso total, no hay otra palabra para describirlo”, apunta Michael Milstein, analista militar y exoficial de inteligencia israelí. “Ni estamos más cerca de lograr nuestro principal objetivo bélico —eliminar las capacidades militares y de gobierno de Hamas—, ni Hamas se ha vuelto más permeable. En este momento estamos en medio de un desastre total”.
Desde que se reanudó la guerra ha sido devuelto con vida un solo rehén, un israelí-estadounidense, pero solo gracias al acuerdo paralelo entre Hamas y Estados Unidos. Hamas mantiene el control de zonas urbanas claves de Gaza y en sus demandas fundamentales no ha cedido ni un paso. Sinwar fue reemplazado por otro partidario de la línea dura, Izz al-Din al-Haddad, que continúa con la postura de Hamas así como Sinwar mantuvo la de sus predecesores.
El bloqueo al ingreso de alimentos que impuso Israel desde marzo hasta mayo provocó un aumento del hambre en todo el territorio. Y a finales de mayo, cuando se levantaron algunas de esas restricciones, Israel restructuró totalmente la distribución de los alimentos y para los palestinos se hizo cada vez más peligroso acceder a ellos: desde entonces, cientos de gazatíes han sido baleados o muertos a tiros por soldados israelíes en las rutas hacia los nuevos puntos de distribución.
Como resultado, se ha desatado un inusual nivel de rechazo por parte de los aliados de Israel: sus socios claves, como Gran Bretaña y Alemania, pidieron el fin de la guerra, y Francia aseguró que reconocería la creación de un Estado palestino. Por su parte, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, calificó la situación como “una crisis moral que desafía la conciencia global”.
Antes de que Israel estableciera el bloqueo alimentario y rompiera la tregua, los gazatíes ya sufrían las peores condiciones que hayan vivido en un siglo de conflicto entre israelíes y palestinos. Según datos de Naciones Unidas, la mayor parte de la población de la franja fue desplazada y la mayoría de los edificios del territorio resultaron dañados.
Además, la reanudación de la guerra fue “como si alguien hubiera cortado la última fuente de vida”, señala Karam Rabah, funcionario de la región del centro de Gaza. “Pensábamos que habíamos sobrevivido a lo peor, pero todo empeoró aún más”.
Rabah dice que la tregua de enero a marzo trajo un poco de alivio. “Los niños retornaron a algún tipo de escolarización y algunas familias pudieron volver a sus casas”, dice Rabah, que recibe su sueldo de funcionarios de la Autoridad Palestina con sede en Cisjordania, rival de Hamas. Cuando se reanudaron los combates, “los hogares que habían sobrevivido desaparecieron repentinamente, y hasta escaseaba la comida. Nunca pensé que iba a tener que pelearme por un kilo de harina para mis hijos”.
Mientras de un lado de la frontera los palestinos sufren, del otro lado los israelíes cuestionan que haber vuelto al combate haya redundado en algún logro concreto.
Al igual que en fases anteriores del conflicto, la prolongación de esta guerra le ha permitido al primer ministro Benjamín Netanyahu mantener intacta su coalición de gobierno y así extender su mandato. Una investigación del diario The New York Times reveló que en parte Netanyahu viene prolongado esta guerra por motivos políticos y así evitar el alejamiento de sus aliados claves de la extrema derecha, que amenazaron con renunciar al gobierno si le ponía fin al conflicto. Netanyahu niega esa acusación y dice que la continuación de la guerra es en interés nacional de Israel.
Sin embargo, sus críticos aseguran todo lo contrario: que la prolongación de la guerra va en contra de los intereses de los rehenes israelíes que siguen cautivos en Gaza; que supone un riesgo adicional para los soldados israelíes que siguen muriendo diariamente en Gaza en el marco de una estrategia que a muchos les parece inconducente; que el conflicto representa una carga para los reservistas, que son llamados repetidamente al frente de batalla y deben abandonar sus trabajos regulares; y que aumenta el riesgo para los israelíes que viajan al extranjero, quienes dicen recibir cada vez más hostilidad por parte de las personas con las que se encuentran por el mundo, además de las críticas dirigidas a Israel por parte de gobiernos y funcionarios extranjeros.
“Este tsunami diplomático que hay contra Israel nunca se había visto”, apunta Shira Efron, analista radicado en Tel Aviv y que trabaja para el Israel Policy Forum, un grupo de investigación con sede en Nueva York. Durante un reciente viaje de trabajo a Washington, Efron dice haber detectado un inusual nivel de frustración en sus reuniones con funcionarios y analistas que generalmente están a favor de Israel.
“Los políticos norteamericanos de ambos partidos, hasta los republicanos y sus expertos en seguridad nacional, fueron muy claros en su total desaprobación de las imágenes que llegaban de Gaza”, comenta Efron. “Incluso los que creen que el responsable de la situación es Hamas piensan que Israel debe cambiar de postura. Seas republicano o demócrata, nadie quiere que haya niños muriéndose de hambre».
Hasta los israelíes que en líneas generales apoyan la reanudación de la guerra afirman que la estrategia no ha logrado su objetivo. Sin embargo, la solución que proponen es diferente: en su opinión, en los últimos meses Israel debería haber atacado con mucha más fuerza, y debería hacerlo ahora.
Otros israelíes afirman que romper la tregua en marzo fue un acierto, pero que el gobierno se equivocó al hacerlo sin un plan claro sobre cómo sería un futuro gobierno de Gaza.
“Israel tiene que seguir combatiendo hasta derrotar a Hamas”, apunta Jonathan Conricus, exvocero militar israelí y analista de la Fundación para la Defensa de las Democracias, un grupo de investigación con sede en Washington. Y si Israel no está logrando derrotar por completo a Hamas, agrega Conricus, “es porque tiene una estrategia incoherente, porque hay una enorme presión internacional y regional contra Israel, y porque Hamas está dispuesto a aprovecharse del sufrimiento de los civiles gazatíes para su propio y cínico beneficio”.
Según Conricus, “Israel tiene que reagruparse estratégicamente, elaborar un plan para derrotar a Hamas, y presentar una solución para el futuro de la Franja de Gaza que sea aceptable tanto a nivel regional como internacional”.
Traducción de Jaime Arrambide