El misterio de las orquídeas sin flores

Orquideófilos, orquideólogos, orquilocos y hasta orquidiotas. Sobre la tribu de los apasionados por las orquídeas escribí hace unos años en esta misma columna. ¿Por qué nos enamoran? Porque son bellas, pero impredecibles y caprichosas. Cultivarlas requiere paciencia oriental.

Eso sí, cuando se tiene éxito, las flores suelen durar MUCHO tiempo. Cuando se tiene éxito: a menos que uno sea dueño de un cultivo o un iluminado, esa fórmula no existe.

Tengo una zigopetalum maculatum (googleen para verla) que no floreció durante años. Pero despertó este otoño y ahora luce cinco pimpollos. Mis cymbidium blancas cascada de hielo fueron la envidia de quienes visitaron mi balcón los últimos diez inviernos. Hoy por hoy, tienen apenas tres varas (para los neófitos, esa especie de ramita que sostiene a los pimpollos).

Las orquídeas son una pasión y pueden convertirse en obsesión. En los grupos de Facebook, no bien se postea la foto de una planta donde asoma una vara los comentarios se llenan de enhorabuenas, aleluyas y bendiciones. Es una especie de milagro.

Sin flores, las orquídeas son un ramillete de lechugas, un montón de hojas alargadas de plantas vulgares y silvestres. Su encanto se desvanece como cuando se rompe un hechizo.

Las orquídeas pueden pasar años sin florecer. Foto: ilustración Shutterstock.

Residencias para orquídeas

Pero vayamos al punto. Hace unos días la colega Dolores Caviglia contó en La Nación su propia experiencia como orquideófila, y citó el libro El ladrón de orquídeas, de Susan Orlean. Allí se asegura que en algunos países hay “residencias” donde las plantas quedan al cuidado de especialistas hasta que vuelven a florecer.

Ellos se encargan de que reciban la luz adecuada, la temperatura y la humedad justas, el riego preciso, los fertilizantes. Luego llaman a los dueños para que las retiren y las luzcan en sus casas durante meses. Algo así como un internado donde dejar a los hijos hasta que los devuelvan al cabo de un tiempo, educados y corteses.

Según internet, tal cosa no existe. Y si existiera no tendría ninguna gracia. ¿Pero cómo hacen en los hoteles cinco estrellas y en los shoppings de Miami para tener siempre phalaenopsis inmaculadas, tan perfectas que tengo que tocarlas para saber si son de verdad?

¿Se las llevan los empleados o van a la basura? ¿Arreglan el recambio con los cultivadores para que retiren las que terminaron el ciclo y traigan otras florecidas?

Alguna vez se lo pregunté a la relacionista pública de un resort, con la secreta esperanza de que me diera el dato para salir al rescate si es que terminaban desechándolas. No tenía idea.

Phaleanopsis, las orquídeas que suelen verse en los hoteles. Foto Christiane Matthews Creative Commons

Consulté entonces a uno de los floricultores más importantes del país. Confirmó que se alquilan para eventos, pero aseguró que el “recambio” no existe. Los hoteles compran lotes enteros cada cierto tiempo. Las otras no se devuelven porque pueden portar plagas que pondrían en riesgo al resto del cultivo.

El destino de esas orquídeas sin flores sigue siendo un misterio.

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