Un nuevo episodio con amoníaco como protagonista volvió a encender las alarmas en el Alto Valle. Esta vez, fue en Allen, donde este lunes por la mañana se detectó una fuga del gas en el Frigorífico Martínez, ubicado en la chacra 28, a la vera de la Ruta Nacional 22. El incidente ocurrió cerca de las 10 y fue reportado por los propios empleados de la planta, quienes alertaron a los Bomberos Voluntarios. La rápida intervención evitó consecuencias mayores.
Según informó el jefe del cuerpo activo de Bomberos de Allen, oficial Andrada, se desplazaron al lugar dos unidades con personal especializado, equipado con trajes y máscaras aptas para ambientes contaminados con gases tóxicos. Dentro del establecimiento, se logró ubicar una válvula dañada que habría originado el escape y se procedió a su inmediata neutralización. Afortunadamente, no se registraron heridos ni personas afectadas por el gas.
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El amoníaco, utilizado desde hace más de un siglo en procesos de refrigeración industrial, es un compuesto económico pero altamente tóxico. Puede causar quemaduras, edemas pulmonares y complicaciones respiratorias severas. Por eso, ante una fuga, se deben aplicar protocolos estrictos de seguridad: evacuación del área, corte de tránsito y uso de dispositivos de contención.
Este tipo de eventos no es aislado en la región. Hace apenas tres meses, una fuga importante ocurrió en el frigorífico Bio Patagonia, ubicado en la zona rural de Villa Regina. En esa ocasión, los bomberos trabajaron por casi dos horas para controlar el escape, ocurrido cerca del barrio Villa Alberdi. Si bien no hubo lesionados, el volumen de gas liberado requirió un operativo complejo.
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En ambos casos, la intervención de cuerpos de bomberos voluntarios con capacitación específica y equipamiento adecuado fue clave para evitar situaciones graves. No obstante, los incidentes reiterados ponen sobre la mesa la necesidad de reforzar los controles y protocolos internos de las plantas frigoríficas, que utilizan una sustancia con alto nivel de peligrosidad.
El amoníaco, aunque eficiente para conservar alimentos, puede transformarse en un enemigo silencioso si no se lo manipula con extrema precaución.