Javiera Mena dice que su primera conexión con la música fueron sus abuelos. La abuela le silbaba para acostarla y cuando caminaba al centro, sus tacos repetían un patrón rítmico que llamaba la atención de la futura cantautora. El abuelo, por su lado, era melómano y en un buen sistema, que Javiera describe como “power”, ponía discos variados.
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En 2006, lanzó Esquemas Juveniles, que significó algo inusual, casi contraintuitivo: un primer disco consagratorio. Su manera de vincular los sonidos electrónicos con la canción romántica constituyó una síntesis que se venía palpitando. El disco se editó en Chile, de la mano del sello Quemasucabeza y en Argentina, con el sello Índice Virgen. Esa co-edición representó, de inmediato, una conexión con el público argentino, que la escucha desde ese entonces y la espera con intensidad cada vez que viene. Esta vez, la cita es el 25 de octubre, en el Margarita Xirgu.
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—Vos siempre estuviste muy vinculada a la Argentina.
—Sí, y de hecho ahora estoy trabajando con el sello argentino Geiser. La relación con este país viene desde antes de hacer mi música. Cuando empecé a componer empecé a venir a Argentina, la primera vez en bus, a los 19 años. Me encontré con una escena muy rica: Miranda, los DJ Pareja, Leo García, las letras de Pablo Schanton, Rosario Bléfari entre tantos otros. Me di cuenta que había una escena más desarrollada que la chilena y me inspiré mucho de ella. Veo a Argentina como un hogar, como ser humano más que como artista.
—¿En Chile era muy distinto?
—Creo que la gran diferencia estaba marcada por los espacios, que te dan el medio para desarrollarte como artista. Es otra historia que la Argentina, donde siempre abundaron las discotecas, los festivales y donde siempre proliferó mucho la cultura. No hay que olvidar que la dictadura en Chile todavía es reciente. Venimos de un desierto que recién empezó a mutar en los años ‘90. Creo que la conectividad vino a emparejar un poco más la cosa.
A su debut discográfico le siguieron Mena (2010), Primeras Composiciones 2000-2003 (2013), Otra Era (2014), Espejo (2018) y Nocturna (2022). La órbita se presenta regular: cada tres o cuatro años la artista presenta un nuevo trabajo. Y hace unas semanas vio la luz Volver a llorar, el primer adelanto de su próximo álbum, que salió acompañada de un video dirigido por Joseph Ros, en donde la artista encarna a una vampiresa. Allí, el yo lírico entona: «Y volver a sangrar y la sangre chupar”. Como si se tratara de una lectura literal del verso, la pieza audiovisual profundiza la posibilidad de no tenerle miedo a las heridas abiertas. Es una canción que invita a conectar con la pena. De alguna manera, está dirigida a alguien que que no puede llorar, que está desconectado de la pena. Concretamente, la invitación es a llorar. Creo que llorar es una especie de curación.
—Nos da miedo encarar el sufrimiento.
—Sí. Por eso diría que esta es una invitación a aceptar la pena, sabiendo que nos cuesta mucho asumir la pérdida. A veces no se supera el amargor de la vida. Entonces hay que saborearlo. Es incómodo pasarla mal, al punto de que cuesta nombrar esas sensaciones. Pero no por eso dejan de estar presentes.
«En Argentina siempre proliferó mucho la cultura», dice Javiera Mena.
—¿En qué momento está tu show en vivo?
—Me preocupa que haya un hilo conductor en el espectáculo. Y, por otro lado, estoy presentando una transición entre lo que estoy haciendo ahora y el disco. Canciones nuevas, además de nuevas versiones de canciones de antes.
—¿En qué sentido es una transición?
—A mí el show en vivo me enseña a tantear lo que estoy componiendo. Es una instancia para masticar algunas canciones nuevas. A veces sacás un disco y al tocarlo en vivo te das cuenta de que podrías haber tomado otras decisiones.
—Antes la banda salía a tocar y luego salía el disco.
—Sí. Los discos eran una acumulación de singles. A mí me gusta la era de los singles. Yo empecé a subir mi música a MySpace: en aquella época nadie compraba discos, pero todavía el streaming no se había institucionalizado. Entonces, es como si esa era, que en su momento había vuelto, ahora se vuelve a imponer. Y a mi me parece muy bien.