Danza con traición, venganza y amor

Los martes y miércoles a las 20 en la sala Martín Coronado del Teatro San Martín (Corrientes 1530), continúan las funciones de La tempestad. Se trata de la versión coreográfica, a partir de la obra de William Shakespeare, de Mauricio Wainrot, quien la estrenara con el Ballet Contemporáneo de este teatro en 2006, y que ya se hubiera remontado en esta y otras compañías. En este regreso, es posible ver la presente conformación de esta prestigiosa agrupación de danza, actualmente dirigida por Andrea Chinetti, donde se desatacan dos de sus bailarinas: Ivana Santaella y Lucía Bargados. Ellas interpretan al personaje de Miranda, en los dos repartos que tiene esta obra, siempre con música de Philip Glass y con la escenografía, vestuario y video de Carlos Gallardo, artista de enorme trayectoria, quien falleció en 2008 y dejó su legado creativo.

—¿Quién es la Miranda que cada una de ustedes construye? ¿Qué elementos toma del texto de Shakespeare y qué son aportes específicos de su propia composición?

Santaella: Miranda, en la obra, es la hija de Próspero, duque de Milán que es traicionado y expulsado de su ducado por su hermano. A Miranda y a él los lanzan al mar en una frágil embarcación y sobreviven, naufragando en una isla. Para interpretar a Miranda leí el libro, miré fragmentos de obras de teatro y películas; también, las puestas anteriores (de 2006 y 2018). Es un personaje que permite buscar muchos climas, emociones y calidades de movimiento. Del libro tomé, por ejemplo, cuando Prosperó le dice que “ella fue el querubín que lo guio y le dio fuerzas, que le sonreía mientras naufragaban”. Ella comienza la obra siendo más niña y luego crece, y tiene un amor genuino que surge con Fernando, el hijo del rey de Nápoles. Para darle forma al personaje, Mauricio Wainrot nos ha dado libertad. Si lo que los bailarines hacemos lo convence interpretativamente, nos deja ser.

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Bargados: Miranda transita de niña a adolescente. Descubre los primeros años de su vida, de la mano de la enseñanza de su padre, el cual tiene habilidades sobrenaturales, en un mundo fantástico que es la isla. Allí recorre el asombro, aprende, sufre, se atemoriza, pide clemencia, se enamora, perdona junto a su progenitor. Me encuentro construyendo un personaje simple, sincero, que aporte liviandad a la obra, una niña, una adolescente, ingenua, observadora, inocente, compasiva. Busqué referencias como la versión de Penny Cherns (2018); también la dirección que hizo Lluís Pasqual, en la que Próspero es interpretado nada menos que por Alfredo Alcón. Y siempre es de gran inspiración Silvina Cortés, bailarina maravillosa que transitó, dejando huella, el Ballet Contemporáneo: ella interpretó este rol en 2006.

—¿Qué características tienen esta obra y esta coreografía?

S: Desde lo argumental, la obra, para mí, tiene como eje el perdón. La coreografía es muy demandante física y técnicamente. Mauricio tiene un lenguaje muy potente que nos exige trabajar tanto las líneas como el manejo del peso. También hay mucho trabajo de pareja, y los momentos grupales son muy intensos, ¡nada sencillos y agotadores!

B: Esta obra aborda aspectos humanos como la traición, la ambición de poder, la piedad, la venganza, y cómo el perdón y el amor redimen. También aparece la magia, y se revuelven temas como el destino y la libertad. Una de las lecturas posteriores es una alegoría a la colonización. Para sus obras, Mauricio siempre tiene elecciones musicales exquisitas. Esta obra es una belleza. Tiene su estilización (neoclásica, contemporánea) y simultánea potencia del movimiento.

La mirada sobre la profesión

—¿Cómo sintetizarían su vínculo personal y profesional con la danza?

S: Quise bailar desde muy chiquita. Pasé por muchos maestros, estudié en el Instituto del Colón y entré al Taller de Danza Contemporánea del San Martín. Audicioné y quedé en la Compañía, donde llevo 18 años. El cuerpo va cambiando, pero los años te dan otra madurez. Me gustaría encontrar nuevas formas de bailar y también conectarme con la enseñanza.

B: La danza es casi mi vida entera. Comencé a los 4 años expresión corporal, y a los 8 ingresé en la Escuela Nacional de Danza; también hice el Taller de Danza Contemporánea del San Martín. Allí, Andrea Chinetti me llamó para formar parte del Ballet Contemporáneo, desde 2012. También hago videoclips, publicidad, shows y performances. Egresé de la Diplomatura de Producción Técnica de Eventos y Espectáculos en la Untref y estoy estudiando la Licenciatura de Política y Administración de la Cultura.

—¿Qué le agradecen y qué le pedirían al Ballet del San Martín?

S: Al Ballet del San Martin le agradezco todos estos años de carrera y lo que pude aprender de compañeros de antes, de ahora, maestros, coreógrafos. Más allá de cambiar, quisiera que haya más danza en general, dentro y fuera del Ballet del San Martín, más funciones, más espacios y mejores horarios para la danza.

B: Al Ballet le agradezco mi crecimiento artístico y personal y el privilegio de trabajar, desde hace tantos años, de este arte que tan pocas posibilidades tiene en el ámbito oficial la Argentina. Le pediría que se lo reconozca como cuerpo estable y que siga ganando terreno en aquellos derechos que otros ballets han conseguido.

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