Una suave neblina cubre apenas el espeso bosque de algarrobos, carnavales -con su hermosísima flor amarilla-, cedros, tipas, laureles del cerro, alisos, matos, ceibos, arrayanes, molles y cochuchos. A un costado de la cabaña de madera clara, puede verse un hilito de humo que emana el termotanque a leña. El sol empieza a romper el cerco neblinoso y, ahora sí, la yunga aparece en el horizonte con sus matices de verdes inabarcables y sus montañas, todas vestidas de selva. El paisaje onírico se completa con una banda de sonido que intercala pájaros (como una gran chuña que nos visita ni bien arribamos) con el arroyo Aguas Blancas que corre por allí, perdido entre la vegetación.
Este fue el paisaje que enamoró perdidamente a una joven pareja de franceses, Charles (33) y Hermine d’Herbais (30), oriundos de Bretaña y residentes en París, que decidieron elegir este paraje remoto en El Fuerte, cerca del pueblo Santa Clara, en plena yunga jujeña. ¿Cómo hicieron Charles y Hermine para terminar acá? O, mejor dicho: ¿por qué decidieron comenzar acá otra historia, lejos de su tierra? Para entender hace falta un dato clave: el abuelo de Charles, Javier, compró estas 2400 hectáreas en 1987, pero jamás puso un pie en la Argentina. “Un amigo que había venido hasta acá, le había hablado de lo lindo que era y las oportunidades que había para comprar, así que decidió mandar a mis padres, Pedro y Caterina, para concretar la operación”, revela Charles.
En ese entonces, alrededor de la Finca La Fe, no había ni siquiera una ruta, apenas un viejo camino que, montaña arriba, pasaba por abra de los Morteros. Pedro y Caterina se entusiasmaron. Hicieron planos para construir una casa. Pensaron en una vida intercalada, entre Francia y la Argentina. Sin embargo, al regresar, terminarían divorciados. El sueño se desvaneció y la finca quedó en el olvido. Contrataron a un administrador y trataron de manejar el negocio a distancia. “Fue muy difícil porque mi madre no habla español, la comunicación era por cartas y tenía que conseguir a un traductor… al final el administrador hacía un poco lo que quería”, ríe Charles.
Mientras tanto, en la familia no paraban de escucharse cuentos y anécdotas de estas tierras. La imaginación de Charles volaba. “Había una intriga… teníamos fotos del campo, pero todos (en su familia son ocho hermanos) tratábamos de imaginarnos cómo sería”, cuenta. “En un momento querían vender, pero les decían que no se podía porque ‘había intrusos’”, agrega. Un condimento que no hacía más que acrecentar la mitología alrededor de La Fe: un territorio a explorar, cargado de “bandidos” y en plena selva. “Al final, cuando vinimos a hacernos cargo, nos terminamos haciendo amigos de los supuestos intrusos… ¡son todos buena gente!”, dice.
Cuando Charles y Hermine se casaron, en febrero del 2020, decidieron que querían “tener una aventura familiar propia”. La Finca La Fe apareció inmediatamente en el radar. “Estábamos cansados de París”, explica Hermine, que en su país natal trabajaba en marketing digital. Charles, por su parte, es abogado, especializado en planes de pagos para empresas con dificultades del Mercado de Rungis, una suerte de mega mercado central europeo. “Era una vida muy estresante y no teníamos tiempo para nada”, explica. “Fue ella quien me dijo ‘dale, gordo, vamos a la Argentina’”, reconoce Charles. Como no podía ser de otra manera, la luna de miel de la flamante pareja fue justamente acá, en la yunga jujeña. “Estuvimos 15 días con la motosierra”, recuerdan con cariño.
Ese primer contacto con la tierra prometida de su abuelo, la finca que su familia jamás había podido disfrutar, fue un flechazo para ambos. Enseguida congeniaron con la gente del lugar y entendieron cómo encarar lo que, en ese entonces, estaba en modo proyecto: un ecolodge sustentable, completamente off the grid. Sin embargo, cuando ya habían decidido volver a Francia para luego regresar a la Argentina, estalló la pandemia. “Ya teníamos pasajes para volver en abril… así perdimos tres pasajes más, hasta que pudimos volver, en noviembre del 2021″, cuentan.
Mientras tanto, lapicera y papel en mano, comenzaron a darle forma a la idea. “En el fondo, queríamos una vida así, donde poder criar a nuestra hija (la pequeña Zita, de apenas un año y 100% argentina); una vida tranquila, de campo”, dice Hermine, sentada en la galería de la cocina, con un horno de barro a leña en pleno proceso de calentamiento y un grupo de gallinas espectadoras que ocupan uno de los bancos, como si fueran invitadas privilegiadas.
Charles anotó todo lo necesario para empezar: comprar madera seca para las cabañas, una camioneta, paneles solares. Y también, fundamentalmente, aprendió cómo crear un “plan de manejo profesional” del entorno. Porque todo este bosque húmedo es parte de una reserva. “No se pueden tocar así como así los árboles; por ejemplo, sólo se pueden trozar los árboles caídos y hay que ir a buscarlos a caballo en el monte”, explica. En la finca hay “limones todo el tiempo, banana, mango, palta y guayaba salvaje, higo del monte, limones salvajes; esta zona fue siempre de agricultura y ahora los tucanes comen y esparcen las semillas”, cuenta, asombrado.
En junio de 2023, Finca La Fe recibió a sus primeros huéspedes. “Estuvimos más de un año armando la propuesta… todavía no conocemos otra parte de la Argentina, apenas un poquito de Buenos Aires, porque nunca salimos de acá”, dice Hermine, la encargada de uno de los platos fuertes de esta propuesta: la gastronomía (desayuno, almuerzo y cena está incluidos en el precio). Parte esencial de la La Fe es justamente el cruce de experiencias: la presencia de gauchos de la zona, como los baqueanos (ambos llamados Mauro), y las cocineras que ayudan a Hermine en la elaboración de auténticas delicias francesas: torta tatin de cebolla y tomillo; cordero confitado a la miel y romero, papa “hasselback”; gazpacho de zapallito, queso de cabra, hojas salvajes, pimienta de Espelette; pollo al horno de barro, salsa vino blanco, aceite balsámico, ají del monte; arroz pilaf y tomates confitados; crêpes Suzette, crema de bergamote, caramelo de naranja. “Conseguimos los productos frescos en directo de los productores de la zona de Las Yungas y cocinamos la mayor parte de las recetas al horno de barro o la parrilla, con ollas de hierro fundido y barro”, detalla. Claro que esta dedicación -casi obsesiva- con la cocina también se destaca en el completo desayuno, que incluye un riquísimo café (nunca torrado), huevos de campo, panes caseros, mermeladas y mieles del campo, leche pura de vaca y quesos de la zona.
Las dos cabañas de La Fe están ubicadas justo en el límite donde empieza la selva. Una es para dos personas y la otra para cinco; tienen su propia terraza con vista a las montañas, fogonero y un jacuzzi ecológico construido en altura con piedras de la zona. Ambas están decoradas sobriamente, una mezcla de lujo, rusticidad y simplicidad. Desde allí se parte hacia las distintas actividades que forman parte de la estadía: trekkings o cabalgatas (que incluyen un exquisito pic-nic) por entre los senderos de las yungas, viejos caminos recuperados repletos de historia (como la presencia de antiquísimos morteros indígenas) y también de un presente que se está reescribiendo de la mano de esta pareja francesa y de sus colaboradores.
Machete en mano, Charles limpia un sendero hacia el arroyo, mientras enseña una huella de lo que cree que podría ser un jabalí. Al regresar, propone una despedida con un “capuccino de las yungas”. Uno de los gauchos aísla a la vaca para ordeñarla, junto a su ternero. En una taza vierte alcohol a 96º, un poco de azúcar y la leche fresca que forma una espuma frondosa. “Dicen que te limpia bien el estómago”, lanza, entre risas. No quedan dudas de que París (y Francia) han quedado atrás. Charles y Hermine son prácticamente dos lugareños más, con un tesoro entre sus manos: una propuesta de hospedaje amigable con el ambiente y una oportunidad para conocer desde adentro la selva jujeña.
Datos útiles
La cabaña para dos parte de los U$S 150.
Ruta provincial 6, Y4602, Santa Clara Jujuy
W: (3888) 45-1185
IG: @finca_lafe
Web: www.finca-lafe.com